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Jueves, 21 de agosto 2014, 23:21
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El primero de los protagonistas de uno de los días más importantes de la historia del Real Murcia que apareció por el número 32 de la Gran Vía madrileña fue Juan Antonio Samper. Habían pasado veinte minutos de las diez y media de la mañana. El hermano del propietario del Murcia se encargó de defender al club con uñas y dientes. Serio, con un traje negro, y elegante: «La Liga quiere despreciar la razón jurídica y la ley. Los ratios económicos impuestos por la Liga son erróneos, forzados y subjetivos. Su conducta se desactiva por sí sola, es insensata». Después llegaron Juan Antonio Samper De Miguel, su hijo, también abogado, y Gonzalo Samper, igualmente letrado aunque ausente ayer en la vista.
La única presencia murciana fue la de Santiago del Río, uno de los representantes del Consejo de Administración e inseparable de la familia Samper. Todo se decidió en la quinta planta de un edificio que alberga, además de varios juzgados mercantiles, a otros juzgados contencioso-administrativos. Una maraña de pasillos y dependencias donde el Real Murcia se jugaba la vida. La Liga tenía que desmontar un auto previo de otro juez mercantil, mientras que el equipo grana quería que prevalecieran los argumentos de Sánchez Magro, pero no pudo ser. Carlos del Campo, secretario de la Liga y cuñado de Jesús Samper, se abrazó a Juan Antonio, a pesar de que ayer eran rivales.
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