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LA LUPA DE IBARRA

Fútbol de fin de semana

JUAN IGNACIO DE IBARRA

Lunes, 26 de enero 2015, 10:42

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No sé si le dio con la cabeza, si fue una carambola, un sortilegio, un juego de azar o una buenaventura. Sé que fue gol. El único de la tarde. El definitivo. Y sé que, una vez más, llevaba el apellido de Acciari, el argentino que regresó de la suplencia de un equipo sin gloria, para cobijarse en la patria chica adoptiva, elegida cuando quería ser alguien y recuperada cuando ya lo había sido.

Ayer, como tantas otras veces, la limitada plantilla que le han dado a Aira para que represente balompédicamente a la séptima capital de España, se salvó por obra y gracia de Acciari. La obra fue fruto, como siempre, de la voluntad, la entrega y el afán profesional; la gracia la puso el fútbol, que, en brazos de la veleidosa, suele atribuir goces y virtudes a quienes lo quieren tanto que hacen que los sueños se corporeicen en victorias, por la vía del gol, que es la única moneda de curso legal para alcanzar los triunfos. Acciari ayer, de nuevo, entre sorprendido y entusiasmado, corrió por los márgenes del campo, como queriendo abrazar a los seis mil aficionados que arrostraron el mal tiempo del invierno y los malos tiempos del Murcia.

En la grada, de vez en cuando, sonaban los gritos de '¡Fuera Samper!', que es el presidente con mayo rechazo popular en la historia del Murcia.

La enorme paradoja es que es el único mandatario que adquirió la condición de propietario y que se gozó de un beneficio con un convenio que hubiera sacado los colores a cualquiera de los que le precedieron. Pero se ha convertido en el presidente más rechazado, aunque puede que comparta tal condición con el presidente de la Liga del Fútbol profesional, su enconado enemigo y, en su consecuencia, mayor castigador del Real Murcia.

La tarea había comenzado con los denuestos del estadio grana y el primer gol de la tarde de la Segunda B murciana, logrado por el Cartagena que, cada vez que hacía algo, encontraba su refrendo en el partido de La Hoya. Primer gol de los albinegros; primer gol encajado por La Hoya; segunda diana cartagenera; segundo tanto sufrido por los lorquinos; penalti a favor de los de Campos, que acortaban distancias; penalti a favor de los de Palomeque, que lo malograban. Lo peor de todo es que uruguayo que abrió el marcador en la ciudad departamental pagó el precio de una mandíbula partida, como si sus afanes se hubieran estrellado con los puños de Tyson.

Y mientras, al norte de Murcia, el gol, mitad hambre, mitad fortuna, ponía a los de Aira en el camino del triunfo que, como siempre, se antojaba doloroso, temblón, raquítico y hasta plañidero, que a algunos se le escapaban las lágrimas, sobre todo cuando el balón se estrelló en el travesaño grana, a punto de truncar la victoria, especialmente sufrida porque la penuria goleadora de los murcianistas, carentes de pegada, es un plato repleto de angustia, servido cada tarde, sea quien sea al adversario, porque este Murcia cumple a rajatabla el axioma de que no hay enemigo pequeño. Para el Murcia de las buenas intenciones, de los denodados intentos y de la satisfacción exultante, tras la sufrida victoria, la de ayer fue una buena jornada porque, según cuentan los que calculan el futuro, hubo un par de resultados que agrandaban los efectos de esos tres puntos conseguidos frente a un rival, al que se ha enfrentado veinte veces en nueve ligas de Segunda, porque el Murcia preSamper había sorteado la decadencia de las categorías inferiores.

Como espectador de tantos años de fútbol grana, yo quería ayer entender el gozo inmenso de los jugadores, abrazados en el centro del campo, formando un círculo triunfal y aplaudiendo a los aficionados que bien merecen su gratitud por lo mucho que dan a cambio de lo poco que reciben. Y me costaba entender que el minifútbol que practica esta plantilla pueda ser satisfactorio para nadie. Y sigo sin adaptarme a esa ramplonería, falta de calidad, y a una mediocridad que solo merece el aplauso por su esfuerzo y que si permite a este equipo estar entre los seis primeros, es porque en esta categoría hay cientos de jugadores que solo son futbolistas los fines de semana.

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