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El Murcia no jugó un derbi, fue a la consulta. Y salió con un diagnóstico preciso: hoy por hoy, es un equipo muerto y no en un sentido físico. Su problema no es la fatiga, sino la cabeza. No está. Lleva demasiado tiempo zarandeado por las circunstancias, arponeado por mil penalidades y pensando en llegar a fin de mes antes que al balón. La pelota, que debiera ser el principal de sus problemas, está a la cola. El equipo salta a escena, se le ven maneras, pero no está para competir. Hoy por hoy es un equipo cabizbajo. Su problema no es la falta de talento, sino de moral. Es normal, sus jugadores, algunos con un currículo diamantino, vinieron en busca de un ascenso y se encontraron con un problema de supervivencia. Eso envilece a cualquiera. Por eso, la semana que ha ganado a su masa social, el Murcia ha perdido el derbi.

El Cartagena fue mejor, o fue mejor al final, que es cuando se deciden los partidos. No hay que darle más vueltas. Pero para el Murcia la derrota es dolorosa, porque llega con la grada de puntillas. La afición del Murcia, a la que a veces se ha acusado de estar entumecida, ha demostrado que se encuentra viva. El domingo estuvo cuando el equipo lo pedía y antes arrimó el hombro, cuando el club la necesitaba. Así, la gente dio su apoyo el domingo después de dar el callo.

No se le puede pedir más en los días, además, que la cordura ha llegado al palco. Ahora reina la seriedad donde antes reinaba la insolencia, condición indispensable porque de ella depende que el equipo recupere el orgullo. Es difícil ir con la frente alta cuando en la cuenta hay telarañas. Lo primero que tienen que hacer es pagar los atrasos, luego llegará el momento de robustecer el ánimo. Y solo entonces, si las cosas no marchan, llegará la hora de pedir cuentas.

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