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LA SEMANA DE IBARRA

Se recoge lo que se siembra

JUAN IGNACIO DE IBARRA

Lunes, 27 de octubre 2014, 10:06

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A las seis de la tarde, hora más futbolística que taurina desde que se inventaron los focos, el Real Madrid le había marcado cinco goles al Levante. A aquel Levante que ascendió a Primera, a la par que el Murcia en junio del 63, y cuya crónica tuve ocasión de escribir, a la vez que López, Tomás y Verdú tomaban las fotos de Ángel Fernández Picón, a la sazón presidente del Real y antes alcalde de Murcia, conducido a hombros desde La Condomina hasta La Glorieta, para que el Ayuntamiento que había presidido le rindiera pleitesía. Viendo ayer el campo del Levante repleto de público recordé aquel Día de Reyes en el que el Real Murcia jugaba, y ganaba, en el antiguo Campo de Vallejo, con goles de Martínez y Lalo. Y recordé que, por entonces, los dos equipos soñaban con estar entre los mejores. Y que ambos manifestaban la necesidad de poseer un estadio nuevo. Y los dos lo consiguieron. El Levante, para llenarlo cuando recibe las visitas de Real Madrid y Barcelona, que es manjar imposible para el Real Murcia.

Viendo al poderoso Real Madrid, tan bueno como el mejor de todos los tiempos, a mí se me agudizaba algo muy parecido a la envidia, algo acrecentado cuando me aprestaba a escribir del Real Murcia y de la Segunda División B ,que es donde se dan cita cuatro equipos de la Región, uno de ellos, acostumbrado a pacer en esos prados; dos, orgullosos de haber escalado unas difíciles alturas, meritísimas cuando se está en el comienzo de una andadura. El cuarto, el Real Murcia, cada vez más lejos de aquellos horizontes que siempre anheló y por los que porfiamos millares de murcianos, desde los albores de la liga.

Ahora hablamos de jugadores que sueñan con ganar mil euros, tememos a futbolistas que no le han ganado a nadie, sufrimos con muchachos que tal vez, algún día, acrediten valores para jugar en Segunda; nos asustamos ante entrenadores sin pedigrí y convertimos a un tal Tebas -que no juega en ningún equipo- en la obsesión nuestra de cada día. Y hasta puede llegar a preocuparnos que no juegue un chico que se llama Xavi Marqués. El Real Murcia, que era grande por su historia, ahora es grande por sus deudas. Cuando mi compañero José Otón comparaba ayer el medio millón que debe el Zamora y los 40 millones (yo diría 45, con posibilidad de quedarme corto) que adeuda el Murcia, establecía las comparaciones, no por lo que el Real Murcia posee, sino por lo que debe. No deja de ser lacerante que al Real Murcia no lo midamos por sus cien años de historia y que no lo comparemos a otros por sus enfrentamientos deportivos, sino por sus pecados.

Tal ha ocurrido también esta semana con el Zaragoza, que amenazado de muerte por las deudas con Hacienda, se convierte en objeto de comparación con el Real Murcia que, debiendo menos, ha sido expulsado del fútbol profesional por el mismo individuo que ahora defiende a los maños.

El comportamiento, el trato, la valoración que el fútbol español ha hecho del Real Murcia y de otros equipos en situación agónica, resulta indignante para muchos murcianos; otros, que no quieren andar a cuentas con el mal ajeno, siguen pensando que el Real Murcia ha pagado las deudas de Samper. Las económicas y las otras, las que se van acumulando con la altanería, la soberbia y el tono de superioridad, que duele en lo más hondo y se guarda en el cajón de las facturas con exigencia de pago.

Aquí, en la huerta, se sabe que cada cual recoge lo que siembra.

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